“Campeones”: mi terapeuta, el otro

\"\"¿Qué se puede decir a estas alturas de la exitosa cinta de Javier Fesser colmada de alabanzas por parte de crítica y público, y coronada recientemente con el Goya a la mejor película española del año 2018?

A buen seguro que la inmensa mayoría de los lectores la han visto ya, y no sólo eso, también habrán pensado sobre ella, la habrán comentado, debatido y por supuesto, recomendado.

Quisiéramos en estas líneas destacar un aspecto muy importante, que se extrae del film con facilidad, y que nos puede ayudar mucho a enfocar sanamente nuestras relaciones con los demás, amigos, familia, etc. Pertenezcan o no a ese colectivo que damos en llamar “discapacitados”.

¿Cuántas veces vemos al “otro” como alguien que se nos pone por medio, que nos estorba, que viene a quitarnos lo nuestro e incluso, sin el que estaríamos más cómodos?

El marido con una higiene mejorable, la esposa enganchada a los programas de cotilleo, el hijo que no hace caso, el padre pesado, y no digamos si ese “otro” viene en patera; ya le podemos culpar del paro, de la inseguridad ciudadana, de los recortes, del fin de la civilización europea y, si acaso, del asesinato de Kennedy. Lo decía Sartre, “el infierno son los otros”.

Pues bien, estaremos de acuerdo que en Campeones los otros para Marco, el entrenador, son los miembros de su equipo, son quienes le fastidian sus planes, llega a hablar con la jueza que le impuso la condena, se queja, fueron sólo dos copitas

Y sin embargo, también estaremos de acuerdo en que cuando acaba la película Marco es otro hombre en muchos aspectos, llega a querer a sus jugadores, se plantea tener hijos. Los otros que eran un estorbo, han ejercido de terapeutas. ¿Cómo? En el día a día, equivocándose, haciéndole repetir varias veces las mismas instrucciones, gastándole bromas pesadas, poniéndose para los partidos la camiseta del color que no era…

A ver quién se atreve a hacer lo siguiente; cojamos una hoja de papel y dividámosla en dos columnas. Pongamos en la columna de la izquierda como éramos antes de conocer a esa persona que no soportamos –como era nuestra paciencia, nuestras formas, nuestros hábitos, actitudes…-, y a la derecha como somos ahora, años después de convivir. Quizá nos encontremos con alguna sorpresa.

José Manuel Cidre.
Psicólogo Sanitario COF

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